Instinto maternal; sí, no, ¿cómo?

       No muchos años atrás, en los tiempos de nuestros padres o abuelos, el instinto maternal parecía ser LA LLAMADA que toda mujer debía esperar y recibir en la plenitud de su juventud. Una especie consagración o culminación divina que podía tocar en tu puerta en cualquier momento por sí misma, como si tuviera consciencia propia. Era por tanto a lo máximo que podía aspirar una mujer tras el matrimonio, así que aquellas que iban retrasando su maternidad o les resultaba imposible materializarla, podían sentirse un tanto apartadas y culpables, apabulladas por una sociedad que llegaba a ejercer una gran presión sobre ellas. Que las relegaba, a veces con cierta lástima, a un plano un tanto marginal. Y aunque no es éste el tema que trataré aquí, ya no digamos si la mujer tenía serios problemas de fertilidad.

       A pesar de que este arquetipo aun da fuertes coletazos, afortunadamente las cosas han ido evolucionando bastante. Por muy divino y ciertamente trascendente que sea el halo que envuelva al sentimiento y acto de la maternidad, no es menos cierto que tras él no hay simplemente un ente capacitado para crear hijos; sigue habiendo una mujer, un ser humano.

       Por tanto, personalmente creo que si debiera haber algo sagrado en el viaje de la maternidad, es el respeto hacia ese momento clave en el que finalmente cada mujer se sienta a solas consigo misma, en silencio se atreve a escuchar y contarse la verdad dejando los temores e incertidumbre a un lado, decidiendo su camino. Sea el que sea, ya que inevitablemente marcará el rumbo de su vida. Es la dignidad y franqueza de ese momento crucial en el que toma la elección de ser madre o tener una vida igualmente plena para ella, emprendiendo otras emocionantes y valiosas travesías. Un momento que no debe menoscarbarse con influencias externas y presión, ya que cuanto más sincero sea, más plena y cuidada será su experiencia. Es la sinceridad la que lo determina y le otorga gran parte de su valor.

       Efectivamente la decisión de ser madre es personal. Aun cuando todas venimos preparadas para crear vida, se trata de una decisión y sentimiento propios. Si la elección difiere de la maternidad, es fácil pensar, aun condicionados por viejos conceptos, que se trate de una decisión egoísta. Pero reitero que es necesario recordar que tras la mera capacidad de reproducirse, sigue habiendo una persona. Apta como otra cualquiera, independientemente de su género, para realizarse y sentirse plena con otro tipo de vida. Amante de los suyos y capaz de aportar generosamente a las personas que le aman, de sacrificarse, incluso de dejar un valioso legado a la sociedad. La mujer lo sigue siendo más allá de la procreación y no necesita que su vida sea programada, no ha llegado hasta donde está por casualidad ni por accidente. No hay culpables en el acto de entender y vivir la vida de una manera diferente. Es algo que lamentablemente aun debe asimilar esta sociedad que todavía presiona, y la propia mujer, que llega a fustigarse. La maternidad es una opción, no una necesidad.
La naturaleza apuesta por la reproducción, la perpetuación de la especie. Pero también es la misma que nos ha dado la capacidad racional con la que, en lo personal, podemos elegir.

       Por otro lado, encuentro cierto programa existente en el sentimiento maternal. Es como si sólo hubiera una forma efectiva y consensuada de sentirlo y actuar (que la mayoría de las veces pasa por la subordinación). De esta manera nuevamente pueden incidir aquí de alguna forma la presión social y sentido de culpabilidad en la mujer.
Lo cierto es que desde el momento en el que sólo es un deseo o ilusión, hasta que se transforma en un acto físico con el embarazo y nacimiento del bebé, la maternidad cobra diferentes formas en cada mujer. Ninguna mujer es igual a otra. Y mientras que no interfiera negativamente en la integridad física y emocional de su retoño durante sus diferentes etapas, todas ellas son válidas. Creo que la escritora Jill Churchill lo definió a la perfección cuando dijo: No existe la madre perfecta, pero hay un millón de maneras de ser una buena madre.
Entendemos que nadie puede elegir por nosotros qué estudiar o a qué dedicarnos profesionalmente, qué hobbies practicar, incluso qué ropa ponernos. ¿Por qué permitir que alguien decida por nosotros cómo sentir la maternidad, cómo materializarla o transmitirla, que nos afecte el concepto ajeno o social sobre el  propio? Es evidente pensar que no resulta comparable el citado ejemplo de la ropa con el de la maternidad. Sin embargo, no quita que lo razonable sería poder vivir el sentimiento maternal con la misma naturalidad y libertad que las decisiones de todos los ejemplos anteriores.
Debería sentir ilusión, o tendría que sentirla de esta manera. ¿Por qué no siento esto o tengo esta sensación? No debería estar pensando esto, tendría que hacer aquello. Lo estoy haciendo mal. Lo voy a hacer así porque es lo que "debo" hacer... Todos ellos lastres que inconscientemente se instalan como propios, coaccionando íntimamente a la madre y desencadenando sentimientos de culpa o preocupación, mermando una capacidad de acción que es innata a la par que la seguridad/autoestima. Es frecuente que se desencadenen este tipo de pensamientos en situaciones que van desde el clásico y simple "yo lo hacía así" de madre a hija (o suegra a nuera, vecinas...), a la elección pecho/biberón, tiempo de lactancia, "necesidad" de comprar según qué artículos, dedicación plena a la maternidad o alternancia con el trabajo, etc. Estas influencias y pensamientos tóxicos incluso llegan a incidir sobre la misma imagen de la maternidad, dando en ocasiones la impresión de que si no se muestra o exterioriza en demasía (alcanzando lo sobrecargado o forzado), se es menos madre. La maternidad no es un escaparate. Ser madre no se demuestra; se es. Nuevamente la mayor o menor exteriorización de la experiencia maternal es una elección personal, sustentada en la manera que la madre tiene de sentirla. Hablando de libertades, no es censurable seguir una dirección u otra, sino la cuestionable franqueza o propiedad que obra el camino.
Y por supuesto no deben permitirse las comparaciones propias o ajenas. La diversidad sencillamente las hace inviables. 

       Finalmente, si bien es verdad que la cualidad y calidad de los lazos entre madre e hijo pueden verse influenciados por el historial emocional de la madre, no es menos cierto que ésta pueda amar bajo cualquier circunstancia a su hijo, y por tanto albergar el deseo sincero y esencial de actuar en su bienestar.
Ante el temor, la presión, etc., debe recordarse que en el interior de toda mujer existe una aptitud innata para afrontar la maternidad con éxito. Bajo cualquier circunstancia. Es preciso no dejar que influencias externas o el temor puedan solapar esta condición, supeditando su acción. La maternidad se erige poco a poco, cada día.
CALMA. Cada mujer es quién es, posee su historia, vive la maternidad a su manera, y ello indudablemente puede enriquecer la vida de su hijos.

6 comentarios:

Anónimo,  26 de junio de 2013, 16:44  

En mi caso parece que nací con instinto maternal y lo fui perdiendo con los años. Ahora que estoy embarazada por primera vez ¡aún estoy esperando a que me vuelva! Según me dicen, si no lo recupero durante el embarazo ¡del parto no va a pasar! ¡Me sobrevendrá de golpe!

A Cuadros 29 de junio de 2013, 2:09  

¡Hola!
El instinto maternal no es más que un término que se redefine en cada mujer y que evoluciona a lo largo de la vida de ésta, por más que la sociedad (la nuestra, ya que se trata de un concepto que incluso se reinventa para cada tipo de sociedad) se empeñe TODAVÍA en darle únicamente el mismo enfoque.

Quizá es bueno plantearse qué entendemos por instinto maternal. De haberse manifestado, es posible que no lo asimilemos de la misma manera que lo hacíamos en otro punto de nuestra vida años atrás, lo que supone que debemos actualizarnos o reajustar el concepto; el no hacerlo, incidiría en cierta idealización sobre lo pasado y preocupación/culpabilidad sobre lo presente. También puede ser que para algunas personas su concepto de maternidad venga determinado por la respuesta que tienen otras mujeres ante ésta. Lo que no deja de ser poco recomendable y quedó reflejado en la entrada hablando de las comparaciones. Como mencioné, el concepto social de maternidad pesa mucho, inconscientemente hemos adquirido muchos arquetipos, de los cuales cuesta muchísimo percatarse y desprenderse. Pese a las apariencias, no es tan fácil identificar dónde terminan los nuestros y empiezan éstos.
Todo concepto evoluciona en nuestra vida, por ejemplo no teníamos el mismo concepto del amor cuando éramos unos chavales que en la edad adulta tras varias relaciones (el amor para cada persona es diferente y acorde a ello se manifiesta muy diversamente, aun cuando todos entendemos que es "quererse"). La maternidad, cómo la vemos, no es menos susceptible a ello. Motivos detrás de esta evolución hay muchos; experiencias diversas, temores, que nos hayamos concedido prioridad como individuo o a otro tipo de metas (sociales o personales), incluso simplemente que ya nos sintamos plenas, etc. En la actualidad con frecuencia ocurre porque la mujer va teniendo más conciencia de sí misma y de su papel en la sociedad. Lo que le permite también proyectarse y desarrollarse en otros ámbitos, con otro tipo de sentimientos. ¡Ahora hay tantas cosas que sabe que puede hacer o con las que puede aportar!

Centrándome ahora en lo que comentas sobre tu experiencia, naturalmente puede no tenerse sentimiento maternal. Pero quizá, como posibilidad, lo que cuenta en realidad es cómo lo sientes tú en este punto de tu vida, más que creer no puedas sentirlo. En cualquier caso, hay que sumar el hecho de que un embarazo, más aun tratándose del primero en el que todo es nuevo, es un periplo sujeto a vivencias y sensaciones completamente nuevas, intensas y determinantes, que pueden embargar o solapar otro tipo de sentimientos en muchos momentos por medio del estrés, molestias, temores, presión, etc.
En cualquier caso, sí que es cierto que tras el parto(y al margen de la influencia que produce la carga hormonal. En este caso la acción de la oxitocina que la madre libera de forma natural, no la sintética), más teniendo en cuenta la enorme odisea que éste puede llegar a ser, todo se reduce a lo esencial; a ti y a ella (hablando de vosotras, si además incluimos al padre en el cuadro, aun mejor), con lo que lógicamente resulta mucho más fácil despojarse de toda interferencia y sentir con plenitud ese sentimiento maternal. Simplemente tú y el nuevo ser que has creado y que sostienes en brazos con toda su fragilidad. Alguien que acabas de ver por primera vez de verdad, pero que ya te conoce bien y adora estar contigo, pues ha sido creado a todos los niveles para que tú seas la persona en la que más confíe del mundo. Pero como dije, incluso a partir del parto la maternidad es algo que sigue evolucionando. Es algo que se construye poco a poco.

Todo va a salir genial y vas a ser una super mamá (con super fuerza y todo, ¡jajaja!), porque DE HECHO ya lo estás haciendo fenomenal para que acabes percibiéndolo; construir día a día, poco a poco, ¡no hay más que leer tu blog para verlo! Con lo que no me cabe duda de que acabarás empapándote de ese sentimiento maternal, sea como sea la manera en que lo sientas.

Un abrazo enorme, ¡encantadísima y agradecida por tu visita!

Anónimo,  3 de julio de 2013, 14:14  

Buena reflexión, muy interesante. Enhorabuena por el blog.

A Cuadros 3 de julio de 2013, 18:42  

¡Muchas gracias! Me alegra mucho que te agrade. 34 años dan bastante para reflexionar sobre ello :D

¡Saludos!

mdemurga 20 de julio de 2013, 9:42  

Genial el post. Yo hace tiempo que sentía una, llamémosla "necesidad" de tener hijos. Y han tenido que pasar algunos años hasta que la he manifestado abiertamente a mi pareja. El temor a los prejuicios, las excusas económicas o laborales, las reacciones de la familia cercana... dejaron de importarnos hace unos pocos meses, cuando decidimos dar el paso.

A Cuadros 20 de julio de 2013, 13:04  

Feliz de que te guste, pero sobre todo de saber de tu experiencia.

Cuando yo comencé a concebir la idea de la maternidad, lo cierto es que creo que sólo era medio consciente de ello, ya que ese hecho estaba siendo ensombrecido sobre todo por el temor que me generaba intuir que algo estaba cambiando mi parecer. Aunque también a la reacción del resto de personas que conocían mi desinterés por la maternidad (más que nada por la presión en diversas formas), pero sobre todo por la de mi pareja pensando que estaría sola. Lo gracioso es que a él le iba pasando lo mismo, incluso desde antes que a mí. Así que tras el día en que ambos tomamos la decisión, ya todo lo demás dejó de importar. Por supuesto que los miedos siguen ahí, pero ahora son parte de una proceso muy natural y por tanto más fácil de asumir; querer ser padres.

¡Encantada por tu visita!

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