Paciencia, mucha paciencia

      
Está siendo una semana muy difícil, terriblemente complicada. Parece mentira las cosas que pasan a veces. No voy a demorarme mucho en este punto porque la entrada va de otro tema y porque ya estoy extenuada, no me quedan lágrimas que llorar.
Quién iba a pensar que exactamente un año después del fallecimiento de mi abuela (el mismo día hace un año), fallecería también mi tío (su hijo). A decir verdad, mi segundo y amadísimo padre, tal y como él sabía. Pues fue así como se comportó conmigo desde que vine al mundo. De esta manera fue como me cuidó y me quiso. Otra espina que me quedará clavada de por vida, él no pudo conocer a Incógnita, con la ilusión que tenía. Tantísima... Lloró, gritó de alegría e incluso aplaudió cuando lo supo. Tanta que para mí era un pilar indispensable en esta pequeña familia que estoy formando. Y antes de que sucediera este trágico hecho, en mi imaginación siempre surgía el increíble momento en el que le pondría a Incógnita en brazos, en el que se conocerían. El jueves de la semana pasada hablé por última vez con él, una pequeña conversación, donde sus últimas palabras fueron para Incógnita Dale muchos besitos—. 
Tío, cuánta ilusión tenías y lo que le querías ya. Me habría gustado TANTO que se los dieras tú personalmente... Pero me encargaré de que te conozca aunque ya no estés. De que sepa que aun cuando no había nacido, ya había una persona que le esperaba con verdadera ilusión y profundo sentimiento de amor. Tú. 
Te quiero mucho, sit tibi terra levis.

       Después de esta pequeña memoria, voy (y necesito) resetearme, pasando al tema que ocupará esta entrada. Hablaré de algo que seguro que os suena tanto a embarazadas como a las que lo habéis estado. De hecho, a todos en general, pues es bastante conocido que esta clase de situaciones ocurren. Sin embargo, esta es la primera vez que yo tengo que vivirlas en primera persona. Estoy hablando de supersticiones, curiosidades y topicazos varios, de las que yo no me he escapado, como práticamente toda mujer preñada.

       No han sido pocas las veces en las que he vivido alguna de estas situaciones, pero comentaré las que más me han calado:

  • Miradas: No acabo de entender qué es exactamente lo que llama a la gente tanto la atención de una barriga embarazada. Y lo digo de corazón porque con todo esto me doy cuenta (ahora que soy yo la que tiene que vivirlo) una vez más de lo rarita que debo ser, al no hacer cierto tipo de cosas, visto lo visto. Y no es que no las hiciera por alguna razón concreta o reseñable; no había razones. Sencillamente no las hacía; no me llamaba. No sé, ya daba por sentado que las mujeres embarazadas existen, las vemos casi a diario en la calle. Ya he visto de sobra qué les ocurre en el vientre y cómo se ve en consecuencia, por tanto no me ocasionaba curiosidad voluntaria o involuntaria mirarles esa parte de su anatomía. Y creía que así pensaba el resto del planeta... hasta que poco a poco me he ido dando cuenta de las atenciones que atrae el susodicho bombo. Es que es ir por ahí y pegarse a mi vientre las miradas furtivas por doquier y a saco, y con mucha frecuencia, incisivas o fatalmente disimuladas.
    Con este asunto he pasado por varias fases. Al principio no me daba cuenta de ello, yo iba muy ajena y feliz por ahí. Con lo que la primera de las fases fue la del conocimiento. En la segunda me hacía gracia o lo veía simpático. En la tercera llegó la costumbre y prácticamente me olvidé momentáneamente de ello. Pero ante la insistencia del público general, con la cuarta fase llegaron las preguntas. Las cuales me las hacía a mí misma y a Padrerizo (que también se había dado cuenta de lo aparentemente llamativa que resultaba mi barriga cuando salíamos), no fuera que me estuviera volviendo tarada o perdiéndome algo que debería saber. Preguntas como; ¿la tendré muy distinta del resto de preñadas? (que ya sabía yo que no. Pero tanto insistir... bien podría tener forma poliédrica y yo sin darme cuenta), ¿se me está viendo algo por algún lado o tengo mal puesta alguna prenda? (oye, que con estas tiranteces de ropa, nunca se sabe). En la quinta fase volvió a importarme un pimiento con la diferencia de aquellas miradas que resultan a todas luces excesivas. Que digo yo que, sin forzar o abusar de manera ostensible (es decir, ejercer nuestro derecho sin vulnerar el ajeno), todo el mundo es libre de mirar lo que le dé la gana, faltaba más. Pero con ello debe asumirse la posibilidad de que igualmente se transgredan, sin querer o no, ciertos límites. Y que naturalmente éstos pasen por la ofensa o la mala educación (un derecho no está excento de consecuencias mientras mantenga su cualidad de acción). Un ejemplo: Padrerizo y yo esperando solos el otro día en el interior de un ascensor completamente acristalado y con unas buenas vistas a las que mirar. Se para en mitad de su trayectoria para entrar únicamente una mujer de unos treinta y tantos. Al verme la mujer me observó, durante toda nuesta estancia en el ascensor, de arriba abajo varias veces. Clavándome la mirada sin reparo alguno en la barriga, deteniéndose sin prisas en ella. De una manera que resultaba incluso violenta. Tanto ella como Padrerizo creían que no me había dado cuenta, pues mi cabeza estaba un tanto ladeada hacia las vistas que ofrecía el ascensor. Nada más salir, Padrerizo no pudo aguantarse y me comentó lo ocurrido completamente indignado, claro está. No sé, quizá es que yo tenga un ética un tanto extraña, pero yo creo que un poco de decoro no vendría mal. A la próxima miro yo también...
    Y ya de forma general, aviso que me hallo en un franco y profundo sin vivir por saber a qué se debe esta tendencia, de verdad. ¿Qué llama tanto la atención de la barriga de una embarazada? ¿Me estoy perdiendo algo? Porque no me pasa sólo a mí, ¿verdad?.. ¿VERDAD? Fuera de cualquier gracieta, en serio;
    ¡¡¿qué, por dios, QUÉ ES?!!

  • Ojos con superpoderes: El punto anterior enlaza directamente con una creencia bastante extendida. Creencia a la que incluso se acoge mi madre, muy preocupada ella. Cuidado con las miradas, que pueden provocar mal de ojo o mal fario, no sea que le hagan daño a Incógnita. ¡Tápate la barriga cuando lo veas!—, me dice mi madre.
    Pues voy arreglá; si eso fuera cierto y con todos mis respectos, vistas las comentadas atenciones que despierta mi barriga, a estas alturas probablemente alumbre a un sapo. Ya me veo saltando a por moscas...
    Por cierto, ¿Charles Xavier está al tanto de todo esto? Lástima de habilidades desaprovechadas andando sueltas por ahí.
    Sin ánimo de resultar impertinente, yo creo que bastantes temores y responsabilidades tenemos ya las encintas, como para añadir más. Y encima una en la que además tengamos que ir prácticamente esprintando por la calle para esquivar las numerosas miradas que nos caen encima. Eso, o nos metemos en un zulo donde nadie nos vea.
    La vida pugna por perdurar y las mujeres llevamos pariendo desde hace millones de años, nos miren o no, o lo hagan como lo hagan. Por otro lado, razones para que algo salga mal y justifiquen sobradamente cualquier situación, lamentablemente ya hay de sobra (genética, descuidos, accidentes, etc.), no hacen falta este tipo de creencias. No estresemos al personal; el estrés sí que es un factor que puede perjudicar al feto. Parece que se empeñan en convertirnos en dianas andantes sobre las que apuntan todos los males del mundo.

  • Olores: Existe una creencia muy extendida, al menos por aquí, la cual reza que cualquier cosa que se pase una embarazada por la nariz para olerlo, luego aparecerá en la piel del recién nacido con una mancha en forma de lo que olió. La madre del cordero, qué difícil es lidiar con una familia, la mía, en la que casi todo miembro sostiene prácticamente con terror la creencia de marras. ¡Qué resignación y paciencia hay que tener! Y lo peor es que una buena parte de vecinos también. El otro día me enseñó un señor una mancha que tenía en un costado diciendo que eso era una hoja de tabaco que había olido su madre estando embarazada de él, enseñándome la forma. Yo miraba aquel conjunto nebuloso de pequitas al revés, al derecho, empezado de un lado, del otro... Y si allí había una hoja,  pffffuesssss oye... allí estaría. A lo mejor en medio de alguna peca... o detrás. Y de tabaco y to, no vamos a restarle precisión. No voy a ser yo la que le quite la ilusión. Eso sí; el señor es el crack definitivo con los test de Rorschach.
    Y es que si de olores va la cosa, ya advierto yo que, sobretodo con un embarazo de por medio, no hace falta pasarse nada por la nariz para que lleguen inusitadamente todo tipo de olores a mansalva. Es decir que, no siendo suficiente con ser un sapo, además va a tener su verdosita piel estampada con motivos y figuritas de todas clases. Todo muy fashion. Va a tener gatitos y mascotas varias, flores, distintos platos de comida (porque tenerlos en Instragram era muy mainstream), además de diseños algo más alternativos o underground como cigarrillos (de los transeuntes) y caquitas de perros (que no hay quien pase cerca de un parque hoy en día sin que le asalten ciertos olores).
    Y no se debe a una simple mancha cutánea causada por una concentración de melanocitos, no. Por qué, pudiendo imaginar razones más descabelladas y terribles. Leyes que hagan ir a las futuras madres fuertemente atenazadas por ahí deseando comprarse una pinza de natación sincronizada y no quitársela de por vida, por si caso. Que les haga esconderse tapándose bajo las mantas por las noches, presas del sudoroso terror y remordimiento, porque a medio día olieron ese místico trocito de salchichón que no se pueden comer...
     
  • Sobeteo de la barriga: La barriga de una embarazada no sólo atrae las miradas. También las manos impúdicas, deseosas de restregarla una y otra vez. Y con frecuencia da igual que a la persona te la acaben de presentar ahora y no la hayas visto en tu vida. Yo que soy de mantener salvaguardar mi espacio personal de toda la vida, la verdad es que por momentos se me atraganta un poquito. Hay personas con las que no me importa, de hecho me lo tomo como un signo de verdadero cariño. Y valoro su espontáneo gesto. Esas son las personas con las que naturalmente tengo confianza, por las que tengo un sentimiento de aprecio como mínimo. Pero y los demás, ¿qué confianzas son estas?
    El tema del sobeteo no acaba ahí. Es que por lo visto ni yo puedo pasarme por la barriga lo que se me antoje. Pues no tenía el otro día en el regazo a una de mis mascotas, un hurón (lo más mimoso del mundo), en el séptimo cielo con la ración de achuchones que estaba recibiendo y me dice una antigua vecina (de esas especiales que todos tenemos algunas vez y que tanto nos "encantan"): ¡Anda, quítate eso de ahí que luego te sale con una manchita por pasártelo por la barriga!— Entonces ya vio la cara que se me tuvo que poner y acertó a no decir nada más, por si acaso. Encima llamar "eso" al hurón no es que contribuyese a arreglarlo. Y es que hay tonos y tonos con los que referirse. Además, en honor a la verdad, tal y como lo dijo no pude evitar imaginarme a mí misma usando al resignado hurón de balleta dándome restregones por toda la barriga. Y no es la primera vez que alguien me dice lo de pasarme cosas por la barriga y las machas. Manchas... ¡MANCHAS! Las manchas nos acechan a las embarazadas por todos lados, es un peligro constante, está claro.


           Lo mejor de todo esto es tomárselo con humor y paciencia. Qué mejor arma o camino. Por lo demás, en la siguiente entrada ya volveremos a ponernos al día de cómo van el embarazo e Incógnita. A la cual posiblemente deje resuelta ;)

4 comentarios:

Planeando ser padres 1 de abril de 2014, 12:07  

Cuando y estaba embarazada y salía sola a pasear por la calle, la gente me miraba como si estuviese sola en el mundo, desprotegida y con una "desgracia" como esto del embarazo. A ver, que yo he hecho las cosas toda la vida a solas, y durante el embarazo no me sentí nada diferente, ni desganada, por lo que no entiendo qué ve la gente de raro en una embarazada que camina a solas pro la calle.

A Cuadros 1 de abril de 2014, 18:10  

Pues eso, las dianas andantes de todas las desgracias del mundo. Y tú que te ibas a dar sola una vueltilla tranquilamente. Como si no se nos pudiera dejar solas. ¡Ay que ve!
Ya me imagino la de historias que se les pasaría en un segundo por la cabeza al ver a un pobre embarazada caminando solita por la calle. Ende luego...

Eva - Actualizando a 2.1 1 de abril de 2014, 19:53  

A mi no me molestaba que me miraran la barriga cuando estaba embarazada, de hecho creo que mucha gente la miraba con ternura, muchas mujeres que habían sido madres la miraban como recordando su embarazo y mujeres que no habían sido madres me miraban con "envidia" y como pensando a ver cuando les iba a tocar.

Yo lo que hacía si veía que me miraban la barriga era acariciarla y normalmente la persona que miraba subía la vista a la cara, les sonreía y normalmente se iniciaba una conversación sobre el embarazo, la verdad es que no me encontré con nadie desagradable o impertinente, al revés, me encontré solo con gente que me deseaba lo mejor.

De hecho si yo ahora veo una embarazada tampoco puedo evitar mirarla con cariño y si llevo a mi hija en brazos se la señalo para indicarles que dentro de nada tendrán "uno así"

Respecto a estas cosas de los males de ojo, manchas y demás, de eso no me dijo nada nadie y tampoco le habría hecho mucho caso :D

A Cuadros 5 de abril de 2014, 16:16  

¡Hola Eva! La verdad es que la mayoría lo hace con una actitud agradable, o neutral en el peor de los casos. Con lo que básicamente casi todo queda en la simple duda de por qué llama tanto la atención en vientre de una embarazada. Luego, hablando de una minoría, que no sé a qué se debe, si es cierto que en mi caso me he topado con lo que narro en la entrada; es decir, probablemente un exceso de malos modales o a saber. Pero por suerte son unos pocos, contados con los dedos de una sola mano. Ya que me imagino que para la mayor parte de la gente, tienen asimilada la llegada de un nuevo ser con la ilusión, ternura, recuerdos agradables, etc.

Y lo de los males de ojo, pues la que comentas es la mejor actitud, con el mayor de los respetos; no hacer caso, si no una se vuelve loca intentando controlar todo. Y más aun tratándose de cosas con una base tan cuestionable, como poco.
De lo contrario iba a parecer una cacharrería andante, con toda clase de amuletos y abalorios colgando... Ya que parece que, por lo menos aquí, con cualquier cosa ya sale una mancha... Ni Don Limpio (Mr. Proper para los de mi quinta) tiene tanto empeño contra las dichosas manchas.

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