... Un paso hacia delante (Parte I)
Como ya avancé en la entrada anterior, Padrerizo y yo ya estamos esperando retoño. Hoy narraré parte de las cuestiones que quedaron pendientes en la anterior entrada, ya que cada cuestión da de sí lo suyo. Así que esto va un poco por capítulos.
A estas alturas estoy de 12 semanas, Incógnita is loading. Por suerte no hemos tardado en tener nuestro positivo...
¿o sí?
¿o sí?
Cómo nos enteramos:
¡Hay que ser lela, podios! Pues más bien tarde y sin ninguna expectativa. Es decir, cuando fui al ginecólogo a que me volviera a revisar, ¡con la intención de que me hiciera bajar la regla! Y es que ya me había avisado éste (y yo también así lo tenía entendido) que a muchas mujeres con SOP, después de haber estado tomando la pastilla anticonceptiva durante cierto tiempo, no les llegaba la regla tras dejarlas. Con lo que había que volver a povocarla. Y así estaba yo, tonta de mí, con un retraso tal que cuando llegó a los dos meses, llamé a consulta para volver a ver al ginecólogo para que me la hiciera volver. ¡Sencillamente no concebía lo que realmente había ocurrido; que lo habíamos logrado al primer intento! Y es que durante el retraso, sólo por si acaso, me llegué a hacer una prueba de embarazo y dio negativo. Ante lo cual no repetí ningún test más porque, además de que no quería volver a enfrentar tan directamente el negativo otra vez, por otro lado no he tenido síntoma alguno de embarazo. Al menos que yo lo haya percibido. ¡Nada de nada! Ni una triste náusea, ni cansancio, ni rastro en los pechos... Nada hacía pensar que lo estuviera. ¡NADA! Por lo visto, he heredado el embarazo de mi madre, que le pasó lo mismo y se enteró cuando ya estaba de tres meses. Ningún síntoma en todo su embarazo más que la incipiente barriguita, iba alguna vez más al baño, alguna punzada cuando el útero crecía y mi nacimiento. Pero nada más. Yo me alegro por ello, no voy a mentir, ¡amos, cómo voy a decir otra cosa! Pero me ha dado un mieditoooo... Es que un embarazo así puede ser un tanto peligroso, porque en el desconocimiento puede cometerse alguna barbaridad sin saberlo. Cosas que simplemente no lo serían en circunstancias normales, pero con un embarazo ya es distinto. Como tomarse algún medicamento porque estamos mal, etc.
Total, que el positivo ya lo teníamos, sí... Pero sin saberlo. Y lo gracioso del asunto es que por ejemplo durante este tiempo una pareja amiga nuestra nos anunció su embarazo y nos hicieron la preguntita de marras: —¿Y vosotros cuándo os animáis?— Y yo veía cómo Padrerizo (que no hay forma humana de que este hombre sea discreto) respondía: —¡Pues nosotros ya estamos animados. A ver si la naturaleza también se anima, que parece que tarda! Pero yo, amiguitos, ¡¡¡ya estaba embarazada!!! Más tarde en otra ocasión, mirando mi muro de facebook, otra amiga anunciaba también su embarazo. Yo pensaba con cierta tristeza (música dramática) —Y a mí que ya me está costando. Si no lo logro... Qué hermoso, ¿cómo se sentirá?— ¡Repetid conmigo! E-M-B-A-R-A-Z-A-D-A.
Pues de esta guisa, tan cándidos como dos alegres duendecillos saltarines repartiendo felicidad por el bosque, nos fuimos Padrerizo y yo al gine. Y cuando me enchufaron el aparatejo para la ecografía endovaginal... ¡Madre mía!
Total, que el positivo ya lo teníamos, sí... Pero sin saberlo. Y lo gracioso del asunto es que por ejemplo durante este tiempo una pareja amiga nuestra nos anunció su embarazo y nos hicieron la preguntita de marras: —¿Y vosotros cuándo os animáis?— Y yo veía cómo Padrerizo (que no hay forma humana de que este hombre sea discreto) respondía: —¡Pues nosotros ya estamos animados. A ver si la naturaleza también se anima, que parece que tarda! Pero yo, amiguitos, ¡¡¡ya estaba embarazada!!! Más tarde en otra ocasión, mirando mi muro de facebook, otra amiga anunciaba también su embarazo. Yo pensaba con cierta tristeza (música dramática) —Y a mí que ya me está costando. Si no lo logro... Qué hermoso, ¿cómo se sentirá?— ¡Repetid conmigo! E-M-B-A-R-A-Z-A-D-A.
Pues de esta guisa, tan cándidos como dos alegres duendecillos saltarines repartiendo felicidad por el bosque, nos fuimos Padrerizo y yo al gine. Y cuando me enchufaron el aparatejo para la ecografía endovaginal... ¡Madre mía!
Pero esperad, que la cosa no termina... ¡qué vaaa! Si todavía podía hacerse de forma más ridícula, ¡pa' qué escatimar!
En la pantalla apareció Incógnita ya bastante formadita, ¡y es que estaba casi de 11 semanas! Pero yo la miraba en la pantalla, y por más que resultaba evidente lo que era aquello para cualquiera, mi cerebro decidió anular completamente lo que estaban viendo. Estaba tan hecha a la idea de que yo no estaba embarazada, que a pesar de que reconocía lo que contemplaba, era como si no fuera conmigo. ¡Como si no lo viera! La sangre empezó a llegarme al cerebro, cuando segundos más tarde, con una sonrisa en la cara, me dijo el gine —¿Avisamos a tu marido para que venga?— Y yo pensé, en el tramo de dos segundos escasos, mientras le respondía afirmativamente —Espera, espera... ¡¿Avisarle para qué?! Nunca antes le había avisado. Y no va a hacerlo para que simplemente me vea aquí espatarrada, con la mitad de las vergüenzas al aire y la otra cubierta con la mierdabata esta. Osea, ¡aquí está ocurriendo algo!— Entra Padrerizo, yo sólo acierto a decir su nombre y —¡mira..!—, señalándole con la cabeza a la pantalla, pues ya el flujo de sangre era más grande y empezaba a comprender. Aun así, suelto —Pero entonces, ¿es que hay algo... ahí?— El médico ríe y pone bien en alto el volumen del monitor del corazón de Incógnita, para que ya no quedaran dudas. Aquello latía rápido y vigoroso. ¡Increíble! Entonces Padrerizo...
Reacción de Padrerizo:
En la pantalla apareció Incógnita ya bastante formadita, ¡y es que estaba casi de 11 semanas! Pero yo la miraba en la pantalla, y por más que resultaba evidente lo que era aquello para cualquiera, mi cerebro decidió anular completamente lo que estaban viendo. Estaba tan hecha a la idea de que yo no estaba embarazada, que a pesar de que reconocía lo que contemplaba, era como si no fuera conmigo. ¡Como si no lo viera! La sangre empezó a llegarme al cerebro, cuando segundos más tarde, con una sonrisa en la cara, me dijo el gine —¿Avisamos a tu marido para que venga?— Y yo pensé, en el tramo de dos segundos escasos, mientras le respondía afirmativamente —Espera, espera... ¡¿Avisarle para qué?! Nunca antes le había avisado. Y no va a hacerlo para que simplemente me vea aquí espatarrada, con la mitad de las vergüenzas al aire y la otra cubierta con la mierdabata esta. Osea, ¡aquí está ocurriendo algo!— Entra Padrerizo, yo sólo acierto a decir su nombre y —¡mira..!—, señalándole con la cabeza a la pantalla, pues ya el flujo de sangre era más grande y empezaba a comprender. Aun así, suelto —Pero entonces, ¿es que hay algo... ahí?— El médico ríe y pone bien en alto el volumen del monitor del corazón de Incógnita, para que ya no quedaran dudas. Aquello latía rápido y vigoroso. ¡Increíble! Entonces Padrerizo...
Reacción de Padrerizo:
... Entonces Padrerizo oye un corazoncito latiendo fuerte, ve al médico que le mira con expresión divertida, observa la pantalla y...
¿Recordáis la cara de Apu cuando recibió la noticia de los octillizos? Pues algo así. Pero en este caso por suerte fue una expresión positiva, ¡y sólo había una Incógnita! Padrerizo con el gesto un tanto congelado, comenzó a emitir un ruidito intermitente, algo estridente y repetitivo que venía a ser el prototipo de una risa. Deslizó la mano despacio por la superficie del potro obstétrico sin apartar la mirada de la pantalla hasta encontrar la mía, y la apretó fuerte. Y para más recochineo, en un momento dado, y ante las risas del ginecólogo
(nosotros nos quedamos demasiado alelados para reaccionar), Incógnita
decidió volverse a "cámara", alzar el bracito con la mano extendida y
hacer un movimiento muy claro e idéntico al que haría cualquiera al saludar
efusivamente. Vamos, que era imposible que a Padrerizo le quedara duda alguna de que Incógnita estaba ahí; ¡se lo estaba dejando muy claro! Un minuto más tarde, ya logró reaccionar y no paraba de reír y hablar sobre lo que estaba viendo y la sorpresa que estaba suponiendo para él. En definitiva, estaba exultante. Cuando ya bajamos las escaleras de la consulta para ir a casa, seguía hablando de ello. Igual que en el coche, y al día siguiente... y todos los días hasta hoy. Está como una moto, vamos. Y si antes le costaba ser discreto al hombre, ahora no le falta sino pagar un anuncio en televisión.
Y hasta aquí el primer capítulo. Han sido unos días muy intensos, os lo puedo asegurar. Y más aun porque nos ha pillado un poco avanzado el tema. ¡Queda mucho por hacer! No obstante, antes de finalizar la entrada, os dejo un pequeño bonus. ¡La primera imagen de Incógnita!
Etiquetas:
Personales