Del físico y otros demonios

       No es difícil darse cuenta de que un claro óbice entre una gran parte de las mujeres que no contemplan tener hijos es un temor muy común; las secuelas físicas tras el embarazo (peso, estrías, flacidez, cicatriz en caso de cesárea, etc.). Una inquietud que puede afectar especialmente a aquellas mujeres que de alguna manera dependen de su físico, a las que les resulta muy importante su imagen, las que tienden a ser inseguras, etc.
Pero esta es una preocupación de la que incluso no se desprenden aquellas que, en antítesis a las anteriores, no han dudado en materializar su deseo de ser madre.

       Por mi parte, no soy una Angelina Jolie (¡ande vamo a pará!) pero sí he podido disfrutar de un físico por lo visto bastante llamativo y agraciado, enfundado en la talla prototipo 36 o incluso la 34 (no muy usual en las mujeres que padecemos SOP). Sin embargo nunca he sido una mujer que recabara excesivamente en él. Me gusta ponerme vestidos de vez en cuando e intento ir presentable, me suelo arreglar bien si voy a algún sitio especial o evento, uso a veces complementos y demás... pero prácticamente ahí acaba todo.
Maquillaje muy escaso, y eso si lo llevo, no soy de las que se hacen frecuentemente la manicura, peinados y cosas así (sencillamente no va conmigo, me aburre), no suelo llevar tacones salvo en contadas ocasiones y si no me siento inspirada, no tengo reparo en salir con unos vaqueros o ropa deportiva a la calle.
He esquivado trabajos y ambientes en los que me parecía que el físico resultaba de especial importancia y, sin cuestionar la forma de pensar y obrar ajena, lo cierto es que me siento más cómoda entre la gente que no tiene una marcada predisposición hacia el culto del cuerpo e imagen. En definitiva, más allá de lo saludable, mi interés por el físico y la imagen no son particularmente reseñables. Creo simplemente que me agrada más cierto equilibro.
De esta forma, no quiere decir tampoco que me despreocupe tan alegremente y que no me importe mantenerlo como está lo máximo posible, y que por tanto, en el pasado, no se tradujera incluso en un condicionamiento más entre los muchos que albergaba a la hora de contemplar la maternidad.
Pero ocurre que mientras vivimos, todo lo que experimentamos nos hace evolucionar a menudo sin percatarnos de ello. Así que un buen día te encuentras con que tus prioridades son distintas. Que hay cosas que se relativizan muchísimo, y el físico es una de ellas (en mi caso, aun más). Quizá no se trata de que ahora sea menos importante, sino que simplemente lo es de otra manera.
El sacrificio, en una decisión como la maternidad, de pronto se transfigura en algo asumible.

       Además, no hay nada que una buena dieta, buenos hábitos y algo de deporte no puedan solucionar (la lactancia ayuda), aunque sea a la larga, con voluntad y esfuerzo. He visto que muchas mujeres creen que después del embarazo el metabolismo se ralentiza y les cuesta mucho más perder peso. Así me lo han comentado en algún momento ya varias madres amigas de la familia. Al margen de que el metabolismo efectivamente se va ralentizando con la edad, no ocurre esto tras un embarazo. Lo que realmente sucede es que la madre dispone ahora de mucho menos tiempo para realizar actividades deportivas y centrarse en controlar la dieta, absorbida por su nueva vida.

       Me imagino que también contribuye mucho al desánimo ver cómo algunas mujeres son capaces de recuperarse con una rapidez asombrosa, obteniendo de nuevo el cuerpo de sílfide que tenían antes del embarazo (con mi madre ocurrió así, poco después no hubo en ella indicio alguno de un embarazo. Ya podría heredarlo...). Y creo que en esto, las diversas personalidades públicas que inundan el universo mediático convirtiéndose en el exponente de una sociedad desnaturalizada, contribuyen con un flaco favor al ánimo y salud emocional del resto de mujeres. Que son ni más ni menos la gran mayoría, a quienes le cuesta bastante volver a ser como eran antes del embarazo, si llegan a conseguirlo. Pues a diferencia de ellas, no gozan del mismo tiempo y economía.

       Para mí, mantener el peso, aunque no haya tenido problemas por el momento, resulta esencial. Puesto que el aumento del mismo significa amplificar los síntomas y riesgos del SOP. En cambio, la práctica de ejercicio y una dieta saludable, aun cuando esté delgada, supone una enorme mejoría. Es decir, si ya resulta altamente beneficioso para una mujer carente de esta problemática, para mí es prácticamente necesario.
La parte de la voluntad y el esfuerzo en el restablecimiento de mi peso después de un parto es irrenunciable.

       En definitiva, es muy fácil sorprenderse a una misma comprendiendo cómo de llana es ahora la senda de ciertos temores. Y sin embargo, los abrupto y terrible de un camino que antes no existía; concebir el dejar a un lado la maternidad en pro de mi físico.
Tranquilidad. Llega el momento y todo cambia, todo se acomoda.

2 comentarios:

Anónimo,  28 de junio de 2013, 13:02  

Vamos yo creo que ya nací con una talla superior a la 36. ¡Que envidia de cuerpo! Yo me recuerdo toda la vida a dieta y nunca comiendo excesivamente y aún así siempre he tenido un sobrepeso más que evidente. Sin embargo ahora, con 21 semanas de embarazo ¡he perdido 7 kilos! Así que me he tomado esta etapa como la mejor operación bikini de mi vida, aunque lo cierto es que el físico y el peso nunca me han obsesionado. ¡A ver qué tal se me da la recuperación tras el parto!

A Cuadros 28 de junio de 2013, 18:02  

¡7 kilos! Pues ese lujo sí que no lo tienen muchas. Tipazo durante el embarazo... por Tutatis, ¿dónde hay que firmar? ¡Qué suerte!

¡Ayns! Pues yo con talla 36 y todo, de la dieta no me ha librado ni Dios. A pesar de ser delgada, tengo resistencia a la insulina debido al SOP. Anda que ya me vale a mí.
Si ej que...

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