Rito de paso

       Como individuos sumergidos en el denso y complejo enjambre social en el que debemos evolucionar, todos acabamos pasando por diversas transiciones durante nuestra vida, unas más íntimas, incluso algunas propias, y otras de carácter público. El paso de la soltería al matrimonio, la pérdida de la virginidad, la partida del hogar parental, el clásico pasaje de la juventud hacia la edad adulta, o incluso la toma de una decisión determinante o inclusión en un determinado grupo. Con ello llegamos a un conocido término, acuñado por el etnógrafo Arnold van Gennep, el del rito de paso.

       Nosotros, la sociedad industrializada, hemos matizado e individualizado bastante estos ritos de paso, frente a la marcada ritualización/simbolismo (que puede resultar incluso arriesgada en la forma de ciertas pruebas), concreción y colectividad de otro tipo sociedades alejadas de esa industrialización, donde la comunidad tiene mayor peso frente al individuo. Pero ello no quiere decir que bajo nuestros propios códigos no percibamos esos momentos claves, y que, de hecho, no los dotemos de cierta ritualización, unas veces más particular, otras más tradicionales, más o menos perceptibles según el caso, pero todas ellas dotadas de trascendencia. Sobre todo aquellos que son manifiestamente más esenciales.

       Y si hablamos de esencialidad, inevitablemente de entre los diversos tipos de ritos de paso, la maternidad se planta en el pódium de los vencedores.
Así que, después de esta introducción y recalando en perspectivas más particulares...

       Padrerizo y yo ya habíamos hablado sobre "bebés" alguna que otra vez, muy esporádicamente y bajo contextos muy casuales. La verdad es que la tónica general se inclinaba hacia la falta de interés mutua. Especialmente por mi parte, pues siempre tuve la impresión de que ese desinterés que yo albergaba hacia la maternidad influía de manera concluyente en su valoración. Digamos que Padrerizo se acomodaba amable y generosamente en gran medida a lo que yo sentía en ese momento, al prisma con el que yo enfocaba el susodicho asunto, pese a que no era algo que yo pretendiese. De esta manera entendíamos que existían muchas probabilidades de que nunca pasáramos por esa experiencia.

       Con el tiempo, quién lo iba a decir, la idea de traer un retoño al mundo fue madurando y cambiando paralelamente en el interior de ambos, lenta, sin presiones. Hasta que finalmente esa idea se asentó tácitamente con mucha naturalidad. Sí, efectivamente no era algo que mencionáramos pero resultaba evidente que las tornas habían cambiado. Un día le encontraba un inesperado gesto que delataba la nueva situación, más adelante él lo veía en mí, etc.

       Así, una buena tarde de paseo, hace relativamente poco tiempo en la sección de librería de una gran superficie, nos paramos por casualidad ante una colección de libros infantiles muy molones. Eran una serie de libros-juego de mesa didácticos que abordaban varias materias. La verdad es que nos cautivaron; parecían ser bastante entretenidos y estaban repletos de datos muy interesantes y muy correctos (los cuales puedo constatar que ni la mayor parte de adultos conocen), que mediante el juego presente en cada uno de sus capítulos, se podían asimilar rápidamente. Francamente interactivos, con ellos se puede jugar en familia.
El caso es que sin comerlo ni beberlo, de forma llana y por primera vez, manifiesta, ¡se nos ocurrió comprarlos con la intención de regalárselos a nuestro futuro retoño! Inesperadamente aquella acción, exponente de los nuevos sentimientos que se habían estado desarrollando poco a poco en nuestro interior, se convertía con cierto nerviosismo e ilusión en el ritual de paso que nos permitió admitir y centrar definitivamente nuestros nuevos planes. Era el disparo de salida para un nuevo concepto de vida (¡tan diferente!), un ritual con el que habíamos asumido nuestra transformación. Queremos ser padres y esto será para Incógnita cuando llegue el momento. Se trataba por tanto de unos libros muy simbólicos.
De esta guisa llegamos a casa y decidimos inmortalizar el momento en una fotografía (que no mostraré ya no sólo por cuestiones de anonimato, sino porque más que sonreír parece que estuviéramos pasando inventario de las piezas dentales), en la que cada uno sostenía uno de los dos libros que adquirimos, y que formará parte del kit-regalo para la criatura. Supongo que llegado el día de entregárselos, le contaremos que esos libros no solamente fue lo primero que le compramos, sino que con ellos se materializó la ilusión y amor por tenerle con nosotros.

       Como nota final y dato curioso, los libros que escogimos de la colección están relacionados con dos materias que inevitablemente Incógnita verá mucho por casa, ya que son dos grandes pasiones de su futura mami prácticamente desde que ella misma tuvo uso de razón, y con las que ha tenido relación; la Astrofísica y la Historia. Y que por supuesto en 11 años de relación ha sabido contagiar sabiamente a Padrerizo. Espero que a Incógnita le gusten.
Evidentemente no es un regalo que se le pueda entregar a un bebé de buenas a primeras, debemos aguardar al momento adecuado, marcado por una edad más acorde, aunque no menos especial por ello. Como argumento a favor, Padrerizo recalca que si sale a mí no tardará en usarlos. Tiene sentido, pero yo creo que lo decía porque en el fondo a él también le hacía ilusión meter zarpa y echar unas partidillas.
Me parece que tampoco es muy usual que éste sea el tipo de "primer regalo" que se suele comprar para un futuro retoño, quizá se piensa más en algún tipo de peluche con la intención de ponerlo en la cuna o cosas por el estilo. Pero... ¡es que nada de todo lo que sucedió estaba previsto! 
Y precisamente ESO, aquí en secreto, creo que es lo que lo hace hermoso y genuino.

: El Universo (colección "De juego en juego"), Ediciones SM, ISBN 9788467509120. : Egipto (colección "De juego en juego"), Ediciones SM, ISBN 9788434837140.








2 comentarios:

silvia 25 de junio de 2013, 19:26  

Enhorabuena por la decisión y ese paso adelante.Sí que es curioso que lo primero que hayáis escogido sean unos libros. Cuando se los regaléis le podéis contar esta historia, que será muy especial.
Suerte con la búsqueda!

A Cuadros 26 de junio de 2013, 0:48  

¡Muchas gracias, Silvia!
¡Ayns!, si es que salí rarita hasta para esto, ¡jajaja!
Pero sí, será un buena historia para contarle, cuanto menos, curiosa.

Te agradezco mucho la visita. Y mucha suerte para ti también, ¡que ya está casi aquíiiii!

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