Dolor mudo

       He tardado unos cuantos días de más en publicar porque esta entrada me resulta particularmete dura y compleja. No ha dejado de rondarme por la cabeza una y otra vez, abarca un tema que me toca especialmente la fibra sensible, es... sencillamente lamentable.

       Hace unos días, alguien a quien conozco desde hace muchísimo tiempo, muy cercano a mí, se atrevía a confesar, y sobre todo admitir, un hondo secreto por primera vez. Una cuestión que le ha estado atenazando y arrancando la vida poco a poco. Algo que desde su parte más racional y objetiva reconocía, pero que desde el lado más subjetivo se había negado a llamar por su nombre, mirando para otro lado. Estoy hablando del maltrato.

       Esta persona se asombra de haber estado tan ciega, de haber negado tantas cosas. De trivializarlas por mendigar un poco de amor, por sentirse querida. Siente cómo se ha estado engañando sin importar haberse perdido a sí misma por el camino. Le duele cada día perdido, cada falso aliento, las ilusiones que albergó y el futuro que construyó sobre espejismos.

       En una conversación íntima, me revelaba que en esos más de diez años de relación sabía que evidentemente aquello no iba bien, y le acongoja cómo un espíritu fuerte como había sido el de ella, ha podido volverse tan pusilánime quedando reducido a un mero despojo. Cómo alguien no poco inteligente precisamente, ha perdido el norte de esa manera. Cómo se ha convertido en una mera sombra, una siemple hoja seca que va donde el viento la lleve sin oponer resistencia. Hasta el punto de obviar señales de alarma, de aceptar situaciones inadmisibles como normales, asimilándolas como simples altivajos de una relación.

       Este caso es más complejo porque no ha habido maltrato físico. Tan sólo una vez, me cuenta, recibió un empujón y zarandeo un tanto violentos (se llevó un golpe en la cabeza contra la pared y le quedaron sendos moretones en uno de sus brazos). Él le pidió perdón arrepentido y jamás volvió a repetirse. Quizá eso ha contribuido a confundirla más. Pero sí han persistido las humillaciones, los insultos, el egoísmo más déspota, las violentas rabietas presas de una ira desproporcionada. Describe que es orgulloso, mentiroso, infantil, se desdice continuamente, conflictivo, porfiador y victimista.
La ha traicionado unas cuantas veces, sin miramientos y pese a sus ruegos. No siéndole infiel (aunque cualquiera sabe, manifiesta), pero sí con otra clase de actos que para ella significaba un dolor de similar envergadura. —La primera vez que lo descubrí, sentí... tanto dolor. Estaba en shock, tenía la cabeza como nublada y el cuerpo parecía responderme a cámara lenta. Caminaba sola hacia casa después de verle y no me importaba en absoluto que los transeuntes me vieran la cara descompuesta y cruzada por las lágrimas. Por supuesto nadie me dijo nada. ¡Qué sola me sentía! Estaba el mundo con sus voces, luces, ajetreo... y luego, yo. Cuando llegué a casa, el sufrimiento anímico era tal que el cuerpo se comportó literalmente como si me hubieran dado una paliza, me dolía cuan extenso era. A duras penas conseguí subir a gatas la escalera. 
En la última ocasión, lo verdaderamente humillante fue comprobar que lo que le importaba no era lo que había hecho o cómo me encontraba yo, sino que le hubiera descubierto. Sencillamente él no cree que sea para tanto, no cree que haya hecho nada que pudiera causarme dolor.
Y cada vez que encontraba algo que estaba apunto de delatarle, me machacaba. Se enfurecía.

       Tras preguntarle por qué creía haber estado tan desorientada respecto a ello, reconoce que las cosas desde dentro se ven de otra manera, quizá debido a los vínculos, los recuerdos (dice con franco cariño adorar los buenos momentos y yo me encojo aun más en la silla).
Reconoció que él la apoyaba en todos sus proyectos, sin cortapisas. Creía en ella y se lo hacía saber, la animaba a emprender, y si necesitaba un empujón económico, no dudaba en proporcionárselo. Le pagaba una gran parte de sus necesidades. Se da la circunstancias de que ella está especialmente dotada para prácticamente todo, tiene un talento excepcional, de los que verdaderamente cuesta encontrar. De hecho yo misma presencié cómo el sentimiento de absoluta admiración y fascinación que él sentía (sobre todo en la materia que ambos compartían) contribuyó a los sentimientos hacia ella. Pero manifiesta que en lo que a su persona se refería, a ella misma, lo único que recibía de él eran carencias. Contadas fueron las veces que le dijo que la quería, que le hizo sentir que deseaba que estuviera a su lado. No habían detalles, no había intención. No había nada. Mudo, mutilado, desentendido. No mostraba curiosidad por sus cosas, por cómo se sentía, qué hacía. Si se encontraba mal no era capaz de mostrar palabras o gestos de aliento. Se limitaba a estar plantado a su lado y comprarle algo (agua o comida). Decía que de hecho él no le regalaba cosas, se las compraba (prácticamente sólo cuando toca; cumpleaños y reyes. No regala porque le apetece, o por iniciativa. Ni siquiera cuando no implica desembolso económico, como algo hecho a mano y personal. Ella debía pedirlo si en lo cotidiano le gustaba algo, quizá sólo así se animara. Y posteriormente en sus discusiones o cuando tiene oportunidad, menciona estas cosas o incluso se las recrimina. "Él se ha sacrificando por ella, lo ha hecho todo por ella, se ha rebajado". Se queja de que "no tiene derecho a nada, todo es para ella. No valora las cosas, es desagradecia y derrochadora"). No había iniciativa alguna. Ella tenía que encargarse y moverlo todo si querían salir, o a hacer alguna cosa. No tenía desición. 
Extrañamente era capaz de seguirla hasta los confines del mundo por compartir un proyecto, de mover cielo y tierra. De ilusionarse y apoyarla sobre todas las cosas y personas. Pero por y para ella misma, sólo cabía la nulidad más absoluta. Sus necesidades sentimentales y emocionales quedaron abandonadas en un desierto yermo e inóspito por siempre. Con el tiempo, esto hizo que involuntariamente sintiera rechazo por la materia a la que ambos se dedicaban, la que tanto había amado y en la que tanto se había volcado. Quedó desmotivada, decepcionada, vacía. Yo, desde aquí sólo advertía extrañada cómo abandonaba las metas por las que tanto había luchado, como si ya no importaran. Era... chocante, admito.
Por otro lado, tampoco era especialmente celoso. Aunque durante el primer año sí tuvo un episodio un tanto lamentable. No aceptaba que en el pasado una noche mantuviera relaciones sexuales con alguien simplemente porque le apeteció, no esperaba que ella fuera esa clase de mujer. La humilló sobradamente durante no poco tiempo haciéndoselo pagar, repudiándola. Así ella se dio cuenta de que a parte de su machismo, la tenía extrañamente idealizada (y eso que era la primera y única vez que lo había hecho en su vida, me contaba con una sonrisa irónica y triste). Luego, no sabe cómo ni por qué, simplemente dejó de ser celoso.
También ocurrió que se conocían de muchos años antes. Era su mejor amigo. Y ella la de él. Yo les veía llevarse realmente bien. ¡Quién lo diría! Nunca pensó que acabaría con él, lo veía demasiado infantil (se crió en una familia con una madre excesivamente sobreprotectora de sus hijos, que lo trataba como a un niño pequeño, no lo tomaba en serio como adulto. Y para más inri, ambos, padre y madre, venían de una generación machista. En mayor medida lo era el padre, pues la madre también había padecido lo suyo), era soberanamente inseguro. Tímido e introvertido. ¿Cómo acabé con él? me repetía una y otra vez. Cuando él matifestó sus intenciones amorosas, ella en realidad quiso decirle que aquello no podía ser... ¡Si se enterara..! Pero calló y decidió darle una oportunidad.
Una de cal y otra de arena. Ambigüedad. Es así como cree en parte que ha perdido el norte.

       —¿Por qué no lo has contado antes?. Me responde; la negación, no creer que fuera tan grave (tiene depresión, ataques de ansiedad y de pánico en los que acaba con migrañas descomunales y vómitos continuos. Traumas que le saltan una y otra vez incapacitándola. Insomnio o pesadillas de cuando en cuando al quedarse dormida. Toda clase de psicomatizaciones como bruxismo, dermatitis, rinitis alérgica, colon irritable, dolores musculares... y admite haber sentido la secreta tentativa de acabar con su vida. Lo ha dejado todo; no trabaja, no estudia, es incapaz de emprender y sentir algo por alguna cosa. Tiene miedo a hablar sobre según que cosas que pueden desembocar en esos ataques de ira y humillación, y aun así, cada poco tiempo no se libra de los que surgen en lo más inesperado. Acercarse demasiado a ciertos temas, incluso a palabras, le provoca una ansiedad difícil de soportar incluso físicamente), la vergüenza. 
También ocurre que él tiene el aprecio de muchísima gente. Hace amigos con muchísima facilidad pese a su timidez, introversión y gran inseguridad. Precisamente esta es la razón por la que la gente lo ve francamente noble, un buen muchacho, tranquilo y bondadoso. Además se expresa con mucha coherencia, es una persona con cierta cultura, que muestra principios. Preocupado y tremendamente responsable con su trabajo, sus actividades, sus acciones. Lo estiman enormemente, la gente confía en él. A mí también me lo parecía. Alega que, ¿quién la iba a creer? ¿Cómo iban a concebir que hablara así de él, cuando además le proporcionaba tantas cosas preocupándose por ella? No tiene secuelas físicas que demuestren todo esto, pues tampoco hay agresiones.
Estaba tan sola, sentía tanta lástima y patetismo por sí misma...
Se me cae el alma a los pies al oir esto. Cuánta historia tras la persona, tras su frágil y perfeccionada sonrisa. Quién hubiese sospechado que esa curva en tus labios no la movía la alegría, sino la resignación y el miedo.

       —¿Por qué no le has dejado?. Me cuenta que lo hizo una vez, cuando aun era fuerte y se sentía más entera. No soportaba las mentiras, ese egoísmo, el pasotismo y la inmadurez. Estalló y le comunicó su decisión de abandonar la relación. El reaccionó altivo, con más pasotismo. Al poco tiempo ella inició otra relación: —Probablemente era demasiado pronto, pero sentía la imperiosa necesidad de comprobar si lo que había estado viviendo era lo normal, si es que era yo que lo estaba entendiendo o haciendo mal. Pese a que ya había tenido otras relaciones, estaba completamente descolocada; ya no sabía nada, no entendía nada. No tenía criterio.Por aquel entonces ya había vivido el desgraciado y único episodio de celos, la única agresión física y la primera traición (al saber de esta relación, él comunica en un momento dado con desesperación su arrepentimiento por lo ocurrido) —También pasó que sencillamente estaba defraudada. Cuando me traicionó, sentí que algo se había roto pese a todo lo que había aguantado ya. La relación fue breve, no dio tiempo a un encuentro físico tan siquiera. Prácticamente sólo a hablar, sentir que era importante para alguien, ambas cosas era lo que necesitaba. 
Pero no la creyó. Pese a haber roto, decirle que debía hacer su propia vida, como ella, que ambos eran libres, nunca entendió todo esto. Se lo tómo como una infidelidad y le ha estado echando en cara hasta ahora que no creía que no hubieran mantenido relaciones íntimas —Me llama puta mentirosa de mierda y otras cosas peores con una rabia y agresividad que no es normal. No me escucha, no quiere hacerlo—. Reconoce avergonzada entre lágrimas. Yo trago bilis.
No obstante, acabaron volviendo tras romper la otra relación. A pesar de todo, ella nunca quiso romper, aun creía quererle y lloraba lamentándolo, se vio forzada a terminar por desgaste. Si las cosas fueran diferentes, algo que deseaba, estarían juntos. Al comunicárselo reiteradas veces en sus discusiones, él lo toma como una esperanza. Como una intención de no romper verdaderamente. Es lo que aduce al considerarlo como una infidelidad, sirviéndose de ello para degradarla hasta el día de hoy. Sin embargo, el hecho objetivo es que él la traicionaría de nuevo en el futuro sin demasiado reparo. Ahora, con más razón (ella sólo ha sido capaz de ponerle algunas condiciones. Hay cosas que no quiere que vuelvan a estar por casa, otras que no quiere que posea. No como venganza ni castigo, sino como petición de ayuda; pues sólo verlas le causa tal rechazo a estas alturas que la ansiedad y el pánico se seban en ella. Él ha aceptado, pero no deja de extorsionarla y crear situaciones conflictivas. No entiende ni desea el sacrificio, las conseciones; lo quiere todo).
Después de esto, no ha vuelto a dejarle, reconoce que nunca le ha sido infiel (pese a las insinuaciones de él). Y no sabe por qué razón es incapaz de dejarle. No lo entiende, aunque la razón le indica a gritos que es necesario. Es incapaz de hacerlo. Está anulada.
—A veces, cuando atravesamos momentos difíciles, me limito a ir a su lado. Con un nudo en el alma, que se me encoge fría. Con el cuerpo como desvaído, suelto, y la cabeza nublada, ajena. Disimulando tormentas y atajando llantos. Es triste, pero diría que he aprendido a llorar sin que se vea demasiado. Le digo a la gente que es la alergia, siempre tengo alergia. Nadie lo nota aunque a veces me atraganto un poco frenando algún estallido. En ocasiones paro el ritmo al caminar, porque noto que se me va la cabeza como si se me bajara la tensión, lo hago tranquila, para que crean que estoy viendo algo que me llama la antención. Incluso alguna vez me dan temblores, y yo los difumino entre mis gestos. 
Es curioso, porque aunque intento por todos los medios que nadie se dé cuenta, al mismo tiempo estoy desando con todo mi ser que alguien lo haga. El dolor es tan grande que choca brutalmente con la realidad que se desarrolla en esos momentos a mi alrededor, me hace preguntarme a gritos una y otra vez ¡Pero cómo es posible que nadie lo vea! Que nadie baje la mirada y me vea ahí abajo, tan chiquitita y liviana, absolutamente gris en un mundo de tantos colores. Que me coja con determinación y me diga que me va a sacar de aquí. Me lleve lejos haciéndome comprender que nada de esto importa. Otras me sorprendo con la necesidad loca de abordar a la gente y decirle, "¿tú me querrías, verdad?, ¿me querrías a mí?. Yo lo haría, si tú quisieras". Suena patético, incluso ridículo, al verse reducido a lo básico. Por supuesto todo queda en mi cabeza, sólo lo imagino. 

       Le pregunto que por qué lo admite y cuenta esta vez, y me reponde que ahora es uno de esos malos momentos. Ha estallado hace poco y sin decir nada a nadie, pese al miedo y la vergüenza, se ha ido a un psicólogo que tras la crisis de ese día ha aceptado a atenderla de urgencia fuera de hora, ya pasaba de las 21:30 de la noche. Se ha derrumbado cuando el psicólogo ha pronunciado la palabra que tanto intenta esconder; maltrato. —¿Pero seguro que no son cosas mías? Igual es que yo he hecho algo mal. Yo he hecho "esto" y "aquello". ¿Eso no está mal?El psicólogo niega rotundo con la cabeza. Alega que basándose en su experiencia, en lo que le ha contado, ella no es la causante de lo que ha estado ocurriendo, no es la responsable. Argumenta que sin darse cuenta incluso ha estado apuntando una serie de pautas usuales en el perfil de un maltratador, como por ejemplo la simpatía y el afecto que éstos suelen granjearse con el resto de personas. 
—No puedes seguir así. Te vas a romper—. Le da varias vueltas a las palabras del psicólogo.

       Se me hace un nudo en la garganta cuando me confiesa qué ha desencadenado su crisis esta vez: —El futuro—.  
Hacía pocos meses atrás que él había comprado una casa con la que ella estaba ilusionada tras visitar muchas otras. Ambas hemos bromeado y fantaseado varias veces con nuestros futuros hogares. Se iban a mudar ya. Pero ante todo, la razón que predominaba era que ella hacía tiempo que quería ser madre; a diferencia de mí, sí que lo tenía claro. Estaban ya intentándolo desde hacía nueve meses. Parecía que a él le daba un poco igual. Sin embargo ella, aunque sabía que aquellas no eran las mejores condiciones en las que cabía ser madre, no había podido evitar que aquel sentimiento inmenso se apoderara por completo, haciendo que por fin algo tuviera sentido en su vida. Supongo que porque era lo único bueno que tenía. Porque necesitaba amar incondicionalmente, y al mismo tiempo existir para alguien. Pero se había aferrado a la idea como sustento, como esperanza, como oxígeno, como fuerza... Yo no sabía qué decir; efectivamente aquello en principio no se planteba como una buena idea. ¿Qué hay del niño o niña? Pero por otro lado sin duda sabía que eso se estaba transformando en la fuerza que probablemente la haría romper con todo. Sin darse cuenta muchas veces llegó a repetir las palabras "no a mi hija", "con mi hija no" (curiosamente de forma involuntaria le asignaba el género femenino cuando en realiadad dice no albergar preferencias). Le cambiaba la voz y brotaba una fuerza, orgullo y dignidad que salían de toda esa miseria como un torbellino. Por momentos se transfiguraba en otra persona. Lo que le hacía daño era, tras haberse aferrado a la idea, que esa esperanza se le escapara si ahora acababa con todo. Para alguien que "ya era madre" porque no tenía nada más, para quien la maternidad era el motor de su existencia, se hacía harto difícil volver a renunciar a lo único que le estaba dando el sentido, la vida. Es una dantesca tragedia, tras haber probado la esperanza y contemplar una luz, volver a bajar a los infiernos. Se lamenta además de no ser tan joven (tiene la misma edad que yo, estábamos juntas en el colegio), de que todo se dificulte por esperar a más adelante si lograra alejarse de todo esto, ya que además padece hipotiroidismo y le cuesta horrores bajar de peso complicando más quedar en estado. Sí, aunque parezca una locura. Particularme entiendo lo que debería estar bien y lo que no, pero en el fondo no me atrevo a juzgar los mecanismos por los que, en medio de la más cruel desesperación y desamparo, alguien encuentra la manera de salir adelante.

       Estas reflecciones se me iban grabando a fuego como una impronta mientras la escuchaba. Muda por momentos, tal y como ella había permanecido durante más de diez años, y rota ante esta silenciosa realidad. Hasta aquel momento en que estábamos teniendo una conversación relajada, creía yo, sobre la reciente maternidad de una amiga en común, nada me hacía pensar en esa doble existencia. Nada hasta que, supongo que al hablar de estas cuestiones, se derrumbó.
Ha hablado largo y tendido, minuciosamente. Se esfozaba con vehemencia en no olvidar ningún detalle relevante. Creo que no deseaba dejarse nada para que le comprendiera, necesitaba que la creyera, y esto me conmovió. Estaba claro que TENÍA que hablar. Sabe que tengo un blog (Otro. Aparte de mi intención de mantener la maternidad en secreto, no me atreví a hablar sobre Mamá... ¿MAMÁ? puesto que el tema "maternidad" ya había hecho aflorar suficientes emociones para un sólo día. Ya le explicaré, es lo menos que puedo hacer, pero aquí encaja mejor. ¡Guarda tú también mi secreto!) y para perplejidad mía propone que lo comparta con todo detalle, sin salir bajo ningún concepto del anonimato, tal y como ella me lo ha contado. ¡No lo podía creer!, y tengo que admitir que me siento responsable. No tengo claro si ahora que ya ha empezado a desahogarse siente que no desea parar ese cauce, si necesita exteriorizar y dejar constancia sobre lo que ha estado viviendo en el más completo silencio, si cree que puede ayudar a alguien que se sienta reflejado y contribuir a hacer entender el mecanismo del maltrato psicológico... o un poco de las tres cosas. Quizá lo que necesita es reafirmarse y fortalecerse en las palabras de los demás. No fui capaz de preguntarte más. En cualquier caso, aquí queda esta historia, una más de las que coexisten en este mundo tras los numerosos rostros que nos podemos encontrar al día (yo misma sufrí los maltratos de mi padre), para quien quiera leerla. Juraría que no he olvidado ninguna de sus palabras (las que no pudiste decir, ya las pongo yo), de los numerosos detalles. No puedo, me toca muy de lleno por quién es, por lo que yo misma viví en mi casa de pequeña. Y por lo que a mí respecta, ahora que ya lo ha admitido, al menos puedo estar a su lado. ESTOY CONTIGO, ESTOY AQUÍ.
 

4 comentarios:

Anónimo,  13 de agosto de 2013, 15:57  

Es increíble que puedan ocurrir cosas así. Es que no me entra en la cabeza. Me parece que en realidad no estamos tan evolucionados como nos gusta pensar.

Yo sé por lo que ha pasado tu amiga. No le he vivido en primera persona, pero tuve que sufrirlo como hermana. Que los niños, si los hay, no son los únicos que padecen estas cosas. Los seres queridos sufrimos, y mucho. La impotencia es muy grande cuando la persona maltratada se niega a reconocer lo que está ocurriendo, cuando no da el paso, cuando no escucha ni hace otra cosa más que hundirse. Nos desgastamos mucho intentando ayudar a quien no quiere.
A mi hermana la maltrataron durante años psicológicamente, pero no tantos como a tu amiga, que no sé si cómo ha hecho para aguantar tanto. No sé si también la maltrataba físicamente porque no la podía ver siempre que quería y ella ocultaba las cosas, no quería hablar.
Ellos sí tuvieron una hija que ahora tiene 6 años. Pero después de que al final lo dejaran, no le dieron la custodia a él porque los psicólogos vieron que tenía trastorno límite de la personalidad. Sólo puede ver a su hija cada pocos días, unas horas y siempre acompañado de alguien. Tenía justamente esas explosiones de ira que tú dices, y muchas otras cosas que describes. Yo no soy quien para diagnosticar a nadie, pero es posible que el novio o marido de tu amiga tenga lo mismo. Y que conste que con esto no quiero decir que esté excusado. Porque no lo está, que quede claro.
Mi hermana acabó con depresión, yendo a terapia. Y teniendo que quitarse de la marihuana que estaba enganchada, porque el tipo la anuló por completo y la animaba a que fumara. Y ella aceptaba porque era la ínica vía de excape que tenía, el único momento que tenía para olvidarse de todo. Que es muy triste de decir.

Yo creo que tu amiga te ha pedido que lo digas porque necesita sacarlo y porque necesita oir que no "está loca". Tiene que convencerse de que ella no ha hecho nada. Sólo que aquí tiene la seguridad del anonimato. Mi hermana se culpaba de muchas cosas, y la mayoría no tenían sentido o era el otro quien la tenía. Era muy manipulador.

Lo mejor es que tu amiga ha dado el paso. Que no pierda la intención, puedes ayudarla para eso. Y creo que también lo mejor que hace es retrasar la maternidad. Será duro, pero es más sencillo y no habrá otra persona más de por medio que lo sufra. Además, que no se la regale a un hijo de **** como ese. Que sea madre con quien la quiera y la valore. Entonces verá como va a disfrutar de ese momento especial y mágico en toda su dimensión.

Le mando un abrazo, le deseo lo mejor a tu amiga, que siga adelante paso a paso. Gente como yo la cree y sabe de qué está hablando. Ahora toca pensar en ella.

A Cuadros 14 de agosto de 2013, 13:33  

¡Saludos!

Siento mucho la historia de tu hermana. Lo tuvisteis que pasar realmente mal todos. Espero que se haya recuperado lo mejor posible.
¿Trastorno Límite de la Personalidad? Da qué pensar...

Le transmitiré tus ánimos y le mostraré con ello que hay más gente en su situación. Yo también creo que necesita reafirmarse. ¡Gracias!

Faora 15 de agosto de 2013, 14:40  

Es una lacra que aun se repitan estas historias, el gran tema pendiente de una sociedad supuestamente civilizada. Cualquier tipo de maltrato.

Esa amiga no debería sentirse culpable, es ella la que debe recibir las disculpas. Espero que halle la manera de salir adelante. No está sola, hay mucha gente como ella y otros tantos que estamos dispuestos a apoyarlos.

A Cuadros 21 de agosto de 2013, 0:01  

Muchas gracias por tus palabras de apoyo. Tienes toda la razón. Es triste ver cómo la razón y el criterio se han visto doblegados hasta el punto de hacerle creer que ella es culpable.

Le remitiré tu mensaje y ánimos. La verdad es que veo que le está afectando muchísimo lidiar con esto, a pesar de que ahora intenta comunicarse, no estar sola. Sólo espero que todo le salga bien, se lo merece.

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  © Mamá... ¿MAMÁ?
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